Oxfam informa que las inversiones de los multimillonarios en industrias contaminantes como los combustibles fósiles y el cemento duplican el promedio del grupo de 500 empresas del índice Standard and Poor
Las inversiones de tan solo 125 multimillonarios emiten 393 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente cada año, iguales a la huella de carbono total de países como Francia, Egipto o Argentina.
Oxfam publica el informe Carbon Billionaires: The investment emissions of World’s richest people, basado en un análisis detallado de las inversiones de 125 de los multimillonarios más ricos en algunas de las empresas más grandes del planeta y las emisiones de carbono derivadas de las mismas. Estos multimillonarios poseen un total de 2,4 billones de dólares en 183 empresas.
El informe concluye que estas inversiones resultan en un promedio anual de tres millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente por persona, un millón de veces más que el promedio de 2,76 toneladas de dióxido de las personas que se encuentran en el 90 %más pobre de la población mundial.
La cifra real podría ser incluso mayor debido a que los datos que las grandes empresas publican sobre sus emisiones de carbono subestiman sistemáticamente el verdadero nivel de su huella de carbono; y los multimillonarios y las grandes empresas que no revelan públicamente su nivel de emisiones (por lo que no se han podido incluir en el estudio) seguramente sean quienes tengan mayor impacto climático.
“Estos pocos multimillonarios acumulan ‘emisiones derivadas de inversiones’ iguales a la huella de carbono total de países como Francia, Egipto o Argentina”, comenta Nafkote Dabi, responsable de Cambio Climático en Oxfam. “La enorme y creciente responsabilidad de las personas pudientes ante las emisiones totales no suele tratarse o tenerse en cuenta a la hora de elaborar políticas climáticas. Esto tiene que cambiar. Estos inversores multimillonario en lo más alto de la pirámide empresarial tienen que aceptar su impacto en la aceleración de la crisis climática. Llevan demasiado tiempo eludiendo responsabilidades”, declara Dabi.
“En promedio, las emisiones derivadas del estilo de vida de los multimillonarios, sus jets privados y sus yates son miles de veces más altas que las de cualquier persona, lo cual ya es inaceptable por completo. Pero si analizamos las emisiones derivadas de sus inversiones, la cifra es más de un millón de veces más alta”, afirma Dabi.
Al contrario que el promedio de la población, los estudios muestran que las inversiones de las personas más enriquecidas del mundo suponen el 70 % de sus emisiones. Oxfam ha utilizado datos públicos para calcular las “emisiones derivadas de las inversiones” de los multimillonarios que cuentan con más de un 10 % de las acciones de una empresa, asignándoles una parte de las emisiones de la empresa en cuestión de manera proporcional a la parte que poseen de la misma.
El estudio también ha demostrado que los multimillonarios tenían un promedio del 14 % de sus inversiones en industrias contaminantes como las energéticas o en materiales como el cemento. Este promedio duplica al de las inversiones en las empresas de Standard and Poor 500. Solamente un multimillonario de la muestra utilizada para el estudio había invertido en una empresa de energías renovables.
“Necesitamos que la COP27 saque a la luz y cambie el papel que las grandes empresas y sus ricos inversores están teniendo al beneficiarse de la contaminación que agrava la crisis climática mundial”, afirma Dabi. “No podemos permitir que se escondan o intenten lavar su imagen haciendo greenwash. Los Gobiernos tienen que abordar esta situación de manera urgente haciendo públicas las cifras de las emisiones de las personas más ricas, regulando a los inversores y a las grandes empresas para reducir drásticamente las emisiones de carbono y aplicando impuestos a los más ricos y a las inversiones contaminantes”.
Las elecciones que los multimillonarios hacen al invertir determina el futuro de nuestra economía, por ejemplo, al apoyar infraestructuras altas en carbono, lo cual nos condena a altas emisiones durante décadas. El estudio ha demostrado que, si los multimillonarios de la muestra redirigieran sus inversiones a fondos con mayores estándares sociales y medioambientales, podrían reducirse sus emisiones hasta cuatro veces.
“Los superricos deben pagar impuestos y atender a regulaciones que les alejen de inversiones contaminantes que destruyen el planeta. Los Gobiernos deben también elaborar normas y políticas ambiciosas que obliguen a las empresas a rendir cuentas y ser más transparentes a la hora de publicar y reducir drásticamente sus emisiones”, afirma Dabi.
El informe expone que muchas empresas están lejos de diseñar sus planes de transición climática y que incluso se esconden tras planes de descarbonización utópicos y poco fiables que prometen alcanzar las cero emisiones netas en 2050. Menos de una de cada tres de las 183 empresas que Oxfam ha analizado colabora con la iniciativa Science-Based Targets. Tan solo el 16 % se ha marcado el objetivo del cero emisiones netas.
Ante las deliberaciones de la COP27, Oxfam exige las siguientes acciones:
- Los Gobiernos deben regular y diseñar políticas que obliguen a las empresas a controlar e informar sobre las emisiones de gases de efecto invernadero de alcance 1, 2 y 3 y establecer objetivos climáticos basados en la ciencia con una hoja de ruta clara hacia la reducción de emisiones asegurando una transición justa que se aleje de la economía extractiva intensiva y velando por el futuro de las y los trabajadores y las comunidades damnificadas.
- Los Gobiernos deberían imponer gravámenes a los más ricos y aplicar una marcada subida de impuestos en las inversiones en industrias contaminantes. Esto reduciría las cifras y el poder de las personas más ricas en nuestra sociedad y supondría una drástica reducción de sus emisiones. También permitiría recaudar miles de millones que se podrían destinar a países brutalmente afectados por la crisis climática y por pérdidas y daños, financiando un cambio de rumbo hacia energías renovables.
- Las empresas deben diseñar planes de acción ambiciosos y con plazos delimitados que incluyan objetivos de corto a medio plazo en línea con los objetivos globales contra el cambio climático, con el objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono en 2050.
“Para alcanzar el objetivo de que el calentamiento global no supere los 1,5 grados, la humanidad debe reducir de manera significativa las emisiones de carbono, para lo que se necesitan cambios radicales en las prácticas empresariales de inversores y en las políticas públicas”, comenta Dabi.
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