Por Júlia Serramitjana Casanovas, Oficial de Comunicaciones de Oxfam Intermón
Subimos con Lucas por una empinada cuesta hasta que llegamos a su parcela. Nos mostrará el maíz y frijol que cultiva, su principal sustento. Llegamos. Se hace el silencio. Lucas agarra un matojo de frijol y lo sostiene entra las manos. Está seco y mustio. Su cara, risueña y amable mientras veníamos caminando, cambia de repente y suelta un profundo suspiro: “¿Qué le vamos a sacar a esto? No tiene nada. Ni una vaina”. Hace más de 20 días que no llueve.
Conocí a Lucas en el mes de agosto en Guatemala. Vive en la comunidad de Caparrosa, en el departamento de Chiquimula, en la zona del Corredor Seco. Lo llaman así por lo árido de sus tierras, poco fértiles por naturaleza y que ahora, con los efectos del cambio climático, aún se ha vuelto un lugar más rudo en el que vivir.
Tiene 8 hijos, cinco niños y tres niñas. Lucas recuerda el año 2015 como el punto de inicio de este cambio en el clima. Sus cosechas se perdían, pero él no se daba por rendido. Ese año recibió transferencias bancarias gracias a un proyecto de Oxfam con las que compró varios ítems que le permitieron mejorar sus medios de vida. Compró una manguera para mejorar su sistema de riego y así pudo aumentar la calidad de sus cultivos de hortaliza, que le sirvieron de complemento cuando el frijol y el maíz se perdieron.
Lucas tiene claro que quiere salir adelante pero que necesita apoyo. En 2015, cuando todo iba mal, le dijeron que uno de sus hijos tenía desnutrición y cuenta que fue un golpe duro: “Me sentí afligido porque sabía que mi niño estaba en un peligro y yo lo notaba. Lo notaba porque estaba delgadito”. Poco a poco, con la ayuda monetaria pudo comprar comida y algunos medicamentos que pudo comprar gracias a las transferencias. Y se fue recuperando. Pero, de nuevo, y a pesar del esfuerzo, ve como la falta de lluvias vuelve a afectar sus cosechas, sobre todo la de frijol, que es la más dañada.
La drástica reducción de las lluvias ha privado este año a las y los pequeños agricultores de entre el 60 y el 70% de sus cosechas de frijoles, uno de los alimentos básicos prácticamente de todas las dietas rurales. Sin recursos, muchos de ellos no han podido ni siquiera plantar durante la segunda temporada.
Y es que la falta de lluvias están provocando la pérdida de cosechas y de los medios de vida de las comunidades del entorno rural del Corredor Seco de Guatemala. La situación se agrava por la poca presencia del estado en las zonas rurales, con infraestructuras y servicios sociales limitados, a lo que se suma la debilidad de las instituciones y de los escasos programas de protección social. Llevan tiempo esperando soluciones y no pueden esperar más.
La escasez de alimentos ha alcanzado cotas de crisis. Una encuesta en la que colaboró Oxfam el año pasado en 32 comunidades de Chiquimula, Guatemala, reveló que casi en una cuarta parte de ellas el nivel de desnutrición infantil severa entre niños menores de cinco años era de entre el 3,5 y el 11 % durante la cosecha, un momento en el que debería haber abundancia de alimentos. Los índices son superiores a la media nacional.
Una de las consecuencias más graves es la desnutrición en niños y niñas, que llega a afectar a 7 de cada 10 en zonas rurales como la que vive Lucas, dónde la comida escasea y los índices de desnutrición crónica no paran de crecer. Él y todos estos niños y niñas no pueden esperar más. Necesitan soluciones.